martes, 17 de abril de 2007

Introducción

Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC) lo han cambiado todo, la forma de vivir, de trabajar, de producir, de comunicarnos, de comprar, de vender, de enseñar, de aprender. Todo el entorno es distinto. El gran imperativo es prepararnos y aprender a vivir en ese nuevo entorno.

Hoy, dice Cardona, (2002), educar es gobernar, así era en el siglo XIX, así fue durante el siglo XX y así será a medida que avance el nuevo siglo. Este va a ser el siglo del saber, el siglo de la racionalidad científica y tecnológica. Cierto, nuestra especie ha dependido siempre de sus creencias y sus tecnologías, pero ahora esas creencias van siendo cada vez mas penetradas por la ciencia y esas tecnologías están cambiando a un ritmo sin precedentes.

Las innovaciones tecnocientíficas conformaron los cambios culturales del siglo XX, estableciendo nuevas formas de vida. Los entornos materiales, interpretativos y valorativos; los modos de organización social, económica y política, junto con el medio ambiente característico de esa época, fueron alterados con las nuevas tecnologías. Mirando hacia adelante, en este siglo XXI, no cabe duda que su influencia será aún mas determinante.

De manera específica, la influencia de la ciencia y la tecnología en la sociedad del conocimiento ha ido conquistando distintos espacios de la vida: ha transformado nuestro modo de pensar, de sentir, y de actuar; ha alterado aspectos fundamentales de lo cognitivo, lo axiológico y lo motor.

Ante este panorama, expone Cardona, (ibid), la educación afronta la imperioso necesidad de replantear sus objetivos, sus metas, sus pedagogías y sus didácticas, si quiere cumplir con su misión, de brindar satisfactores a las necesidades del hombre, en este siglo XXI. Bill Gates (en Cardona, 2002), indica que las mismas fuerzas tecnológicas que harán tan necesario el aprendizaje, lo harán agradable y practico; y que así como las corporaciones se están reinventando en torno de las oportunidades abiertas por la tecnología de la información, las escuelas también tendrán que hacerlo.

Sin embargo, en esta postmodernidad, ¿cuáles son los nuevos retos que enfrenta la profesión docente? ¿Qué competencias demandan en el profesor las nuevas NTIC al incorporarlas en el proceso enseñanza-aprendizaje?

En un intento de responder a lo anterior se observa que acorde con las tendencias sociales, es cada vez más exigente la necesidad de profundizar en el conocimiento de las nuevas tecnologías y su aplicación en la enseñanza y el aprendizaje. Los docentes de todos los niveles requieren egresar con una formación específica en este campo; de igual forma los profesores que tienen profesiones diferentes a la docencia, deben recibir instrucción en el uso técnico y pedagógico de los modernos medios.

Dada la imperiosa necesidad de que el profesor, mediante el debate y la reflexión, se convierta en el gestor didáctico de su aula y pueda aprovechar las enormes posibilidades que brinda la incorporación de los avances tecnológicos, es preciso que se le proporcione todo el apoyo del sistema, facilitándole los medios a través de los cuales adquirirá las competencias que las NTIC demandan en él.

Adiós al lápiz y al papel?

Adiós al lápiz y al papel?

Falacias de la escritura digital

Pero quizás valga la pena ir un poco más atrás, al famoso libro Electric Language: a Philosophical Study of Word Processing (sf.), de Michael Heiman. Según Heiman, el procesador de palabras promete descargar el trabajo físico que implica la escritura a mano, lo cual permitiría mayor velocidad y ventajas para el escritor. Sin embargo, Heiman, de un lado, recuerda que algunos escritores han atribuido gran importancia a los materiales físicamente resistentes en el proceso de conciencia de escritura. De otro lado, advierte que el armazón psíquico subyacente a la escritura con procesador de texto, genera ciertas disposiciones que exigen atender de nuevo las maneras en que se escribe y se piensa. Así por ejemplo, los defensores anacrónicos de la letra, advierten que el procesador de textos borra las señales subjetivas de la escritura, las cuales incluyen la resistencia física de los materiales y el respeto por ellos. Por su parte, la escritura informatizada combina la inmediación subjetiva del proceso de pensamiento privado con el público: cuando yo siento la facilidad de manejar el texto electrónico, experimento mi propio proceso, el pensamiento privado como directamente impersonal, presentable, público. Esto puede resultar incómodo para el escritor tradicional, para quien la escritura es un proceso de "escultura", en el cual la propia naturaleza y resistencia del material —la demora, el error— garantiza una escritura libre de improvisación, de superficialidad y de inestabilidad.

Citando a Heidegger, Heiman nos recuerda que la mano contiene el ser del ser humano porque la palabra es la tierra esencial del ser humano. Heidegger ve una conexión primaria entre pensamiento y gesticulación, entre pensamiento y acto, y a partir de esta consideración, hace su crítica a la máquina de escribir. Heiman traslada estas críticas al procesador de textos, pues si bien la acción de escritura en el procesador de texto está de nuevo relacionada a gestos corporales personales, como apuntar y trasladar cosas, las acciones se hacen en un elemento ya representado.

Pero Heiman va más allá de las críticas puramente sentimentales, según las cuales el procesador de texto no satisface ni física ni estéticamente las maneras en que los libros y papeles han permitido desarrollar una cultura. Más que el sentimiento de resistencia que provocan la escritura en proceso de texto, asuntos como el cambio en la percepción del tiempo y su relación con una economía de la productividad, serían temas críticos realmente esenciales. La internalización de los procedimientos y normas de trabajo en computador, genera una percepción acelerada del tiempo y un deseo de perfección, provocando lo que Heiman llama tecnoestress, una enfermedad moderna de adaptación, caracterizada por la ansiedad o renuencia para aceptar la tecnología de los computadores o, por el contrario, una sobre identificación con la tecnología.

Las personas tecnocentradas, esto es, motivadas a adaptarse a la tecnología, acogen el "sistema de pensamiento" del computador: pobre acceso a los sentimientos, insistencia en la eficacia y en la celeridad, falta de empatía para otros y baja tolerancia para las ambigüedades del contacto humano y de la comunicación, llegando incluso a conductas antisociales.

Existen también dimensiones ontológicas del problema, en la medida en que el tecnoestres no es solamente la expresión de debilidad del sujeto que debe adaptarse a una nueva tecnología —y que asume así una perspectiva algorítmica en sus funcionamientos físicos—, sino un indicador del colapso cultural del mundo contemporáneo que hace énfasis en la productividad. Una consecuencia de esta circunstancia es la creciente eliminación de pensamiento contemplativo, sustituido por el pensamiento calculativo. La escritura digital sustituye el tipo de pensamiento propio de la cultura del libro —basado en la confrontación física—, por otro tipo de pensamiento: el pensamiento rápido e interactivo que da poca posibilidad al funcionamiento de la concentración contemplativa y de las sugerencias simbólicas. Las consecuencias de la aceleración del tiempo de escritura: la disminución del tiempo de formulación y el acortamiento de los periodos de gestación de ideas, son, según Heiman, elementos fundamentales del armazón psíquico de los procesadores de texto.

Un tipo de escritura digital que Heiman examina es la del correo electrónico. En el correo electrónico se hacen ostensibles las consecuencias de esa alta velocidad de formulación, esto es: improvisación, franqueza y despreocupación por la ortografía y la gramática, etcétera. Si la abundancia creativa es la virtud de la escritura digital, entonces la fragmentación en la formulación de ideas, es el vicio correspondiente.

Pero aún más grave: la práctica de la escritura digital conlleva a la desestabilización de la verdad. Como la calidad se percibe efímera, se mina la fiabilidad y la durabilidad de lo escrito. Se percibe la escritura como maleable, contingente, débil y temporal. Un escrito en un procesador de textos es cambiable y por lo tanto la verdad es cambiable también. La excitación mental que esto produce suplanta la calma mental propia de la escritura impresa. Se ponen en juego así dos tipos de lógica: la tradicional aristotélica y la lógica "tipo araña" que teje relaciones de gran poder técnico y abstracción, pero que no necesariamente se conectan. La lógica de araña no exige la confirmación de la verdad sino sólo las posibles conexiones de fragmentos de verdad, y esto lleva al tercer tema de Heiman: la red de textos.

Según Heiman, la escritura digital sustituye la soledad privada propia de la lectura reflexiva por una escritura en la Red pública, de manera que allí donde existía el armazón simbólico personal, ahora existe la textualidad total de las expresiones humanas. Cualquiera puede unirse entonces a la totalidad de las expresiones simbólicas, sin necesidad del retiro o de la soledad. La escritura digital promueve una escritura cooperativa, donde la autoría se vuelve anónima, y aunque esto podría interpretarse como un retorno a la tradición oral, en realidad se está sacrificando el cuerpo creativo individual por un cuerpo automatizado y homogéneo de significados simbólicos, que no pueden poseer ya la monumentalidad de la obra individual.

Desde otro punto de vista, Heiman analiza la proyección que varios autores han hecho de una escritura digital convirtiéndose en una inteligencia colectiva. Para Heiman tal "inteligencia superior" tiene grandes peligros potenciales, especialmente en relación con el control de esa voz pública y que constituyen tema de preocupación. Si bien la atmósfera colectiva de la conexión en red facilitará la transmisión y fortalecimiento de las ideas recibidas, también puede favorecer lo que algunos llaman "un tipo especial de estupidez". El ambiente de una comunicación general mediada por computador, quizás pueda ofrecer textos disponibles fácilmente, pero a la vez serán probablemente textos menos inteligentes, disminuyendo la probabilidad de encontrar material que valga la pena. El precio de la libertad es la responsabilidad, pero está sólo vendrá con un tiempo incierto de maduración de la tecnología y de su cultura inherente.

Para Heiman, la idea de una "Alejandría electrónica" debe mirarse con recelo en la medida en que ese estado de cosas estaría desintegrando la voz centrada del pensamiento contemplativo. La posibilidad de expresión de todos para todos, si bien puede verse como una interesante alternativa de comunicación, también puede conducir a la actitud nihilista de un "todo vale". Sin un proceso de selección adecuado, podemos quedar inmersos en la anomia de la textualidad digital que reduce el sentido de la verdad.

Una cierta cantidad de soledad es requerida por el pensamiento creativo, pero la escritura digital elimina esa posibilidad promoviendo un facilismo nada prometedor. La intimidad del pensamiento y la armazón contemplativa del lector tradicional y del escritor, se transforma por el nuevo elemento electrónico. El retiro de la mente es eliminado y el procesador de texto genera una superabundancia de simbolización de pensamiento que pone nuevos desafíos y condiciones a la creatividad auténtica. La conclusión de Heiman es que el pensamiento debe aprender a vivir en un nuevo ambiente que quizás sea el elemento fundamental de la comunicación del futuro, pero que implica pérdidas importantes para la especie humana.

Fuente: http://es.wikibooks.org/wiki/Cibercultura:%C2%BFcolaboraci%C3%B3n_o_resistencia%3F_Cr%C3%ADtica_a_la_Raz%C3%B3n_inform%C3%A1tica